¿Cómo te enfrentas a la repercusión de haber ganado el premio literario de mayor cuantía en Portugal?
El ser humano se acostumbra fácilmente a las cosas buenas. Hace poco leí la historia de una familia portuguesa pobre que ganó la lotería y a la semana parecía que eran ricos desde siempre. A mí me ha ocurrido algo parecido, no me acuerdo de mi vida de ingeniero. Ahora me siento más feliz, más realizado. Para mí es una recompensa pasar un día entero en Madrid o Barcelona hablando de un libro que he escrito. Me veo desde fuera y me doy cuenta que esto es maravilloso.
¿Cómo comenzó el proceso de escritura de la novela?
No tenía nada, no tenía ningún plan, no sabía de lo que iba a escribir. Las historias estaban dentro de mí y sólo escribiendo me di cuenta de cómo darle forma a estos personajes e historias que ya habitaban en mi cabeza desde hacía tiempo. Este libro está relacionado con mi memoria. Hay muchas cosas en el libro que tienen que ver con mi propia historia, pese a no ser un libro autobiográfico. Para un escritor es difícil escribir sobre lo que no conoce, es más fácil hacerlo sobre lo que conoces. De alguna forma, era como si los personajes y las historias que estaban dentro de mí me obligasen a escribir.
Era un proceso muy intuitivo…
Sí, era una escritura muy intuitiva. A la hora de escribir no tenía un momento para reflexionar, no tenía que preguntarme “¿ahora qué escribo?”, no, fue todo muy intuitivo. Hablo de la guerra colonial, de la dictadura de Salazar, son cosas que no viví pero que están en mi memoria porque me las contaron, que es algo parecido a lo que ocurre en la novela.
La crítica ha comparado la estructura de tu novela con Rayuela, ¿qué piensas de ello?
Puede parecer que recuerde a Cortázar, aunque él escribía mucho mejor que yo, porque son capítulos autónomos, cada uno funciona por sí mismo. Me interesaba que el lector fuese el que tuviese que hacer las conexiones de cada capítulo. Para mí es un honor que la comparen con Rayuela porque cada capítulo está bien estructurado y conjuntamente forman una novela.
Mientras escribías, ¿eras consciente de las estructuras y el estilo que empleabas? ¿Reconoces las similitudes de tu obra y estilo con las comparaciones con Cortázar, García Márquez o Saramago?
Soy consciente de las comparaciones, y el por qué. Lo que más me gusta es que me comparen con escritores tan buenos. Me siento muy contento y orgulloso cuando veo esos nombres, pero a la vez siento vergüenza, porque a lado de ellos no soy nada, me siento muy pequeño.
También puede ser que estas comparaciones sean una operación de marketing. Al fin y al cabo la editorial ha de obtener beneficios y al menos recuperar los cien mil euros que ganaste con tu novela…
Mi editorial siempre va a decir que es una novela extraordinaria y siempre la recomendará. A mucha gente en Portugal, gente que entiende, escritores también, le ha gustado. En cambio, ahora la veo y no me gusta, veo muchos fallos. Por eso ahora quiero escribir otro libro; uno mejor que éste, a ver si puedo.
Soy consciente de que la literatura también es un negocio, pero no quiero saber nada de esa parte, y no le voy a dar importancia a los negocios de mi editorial. Es cierto que es la editorial la que me paga, y yo vivo de eso, pero si voy por la calle por Portugal y alguien me reconoce y dice que el libro le ha gustado mucho, eso es lo que me interesa. Para mí esa es la gran recompensa.
Estás escribiendo entonces una segunda novela…
Sí, estoy trabajando en ella desde hace algunos meses, y tampoco tengo nada planeado. No puedo decir de qué va a tratar porque no lo sé. Precisamente para mí lo bueno de escribir es la total libertad que siento, porque no tengo nada concretado. Cada vez que escribo me puede surgir una idea nueva y sorprenderme a mí mismo.
¿No sufres el temido síndrome de la hoja en blanco?
(Risas) No, nunca lo sufrí. Mi problema es tener páginas de más. Afortunadamente no me siento frente a la pantalla y pienso “¿y ahora qué escribo?”. No, más bien es al contrario.