¿De dónde surge la talla de frutas y verduras?
Evidentemente, viene de Asia, pero nace de dos vertientes diferentes: la china y la tailandesa. Lo que hacían en China era decorar los platos para explicar sus mitos y leyendas a la gente que no sabía leer ni escribir, como se hace aquí en las pinturas de las iglesias. Era una transmisión no verbal, a través de esculturas de dragones y cosas así hechas con la comida, de estas historias. Por otro lado, en Tailandia tienen una festividad en la que hacen ofrendas de plantas, flores, frutas y demás a los dioses, y a una princesa tailandesa se le ocurrió que, en vez de ofrecerlo tal cual, se podía decorar, como un bordado. Al rey le fascinó la idea.
¿Cómo empiezas tú a interesarte por esto?
Es una mezcla de mi pasión por la cocina y por el arte. Empecé a desarrollar más mi faceta artística en la cocina, decorando los platos y poniéndolos más bonitos. Un plato para mí es como un lienzo en blanco. Mi padre es ebanista y desde pequeña me he criado en un entorno artístico y siempre he dibujado. Estudiar diseño gráfico fue una manera de continuar con mi aprendizaje artístico. La cocina también me ha gustado desde muy pequeña, sobre todo la pastelería, porque está más abierta a la decoración. Aun así, recuerdo que la primera pieza que tallé fue una hoja verde, de una sandía, para un plato de sushi, un poco raro… Y ahora me encargo de transformar una fruta o una verdura en arte.
¿Y en qué momento decides dedicarte a esto profesionalmente?
Fue de casualidad. Cuando estudiaba diseño gráfico nunca pensé que me iba a dedicar a poner dibujitos a las manzanas, pero en un momento dado decidí invertir mi tiempo en aprender cosas que me gustaban, no porque me fuera a dedicar a ello, sino porque necesitaba ese tiempo para mí, y descubrí la talla de frutas y verduras. A partir de ahí, una cosa te lleva a la otra: te gusta, los amigos te hacen encargos y surge la idea.
Entonces, ¿hay cursos para aprender a hacerlo?
Sí, nosotros mismos, FrutArt, ahora damos cursos en España. Pero yo me tuve que desplazar. Estuve en Suiza, allí fue mi primera toma de contacto con este mundo, una semanita en plan vacaciones viendo montañas y tallando frutas. Al volver a casa, fui a una feria en la que había una chica tailandesa tallando frutas y decidí lanzarme.
¿Qué tipo de clientes tenéis?
Es un poco especial. Como esto del arte es tan raro, tengo desde personas que quieren regalar cestas de frutas hasta grandes empresas que quieren decorar un stand para promocionar sus productos, aunque no tengan nada que ver con las frutas; por ejemplo, en una feria de dentistas.
¿Y no te da pena dedicar muchas horas de trabajo a una cesta de frutas que luego alguien se va a comer?
No, no tengo ningún problema. Considero que una cosa va ligada a la otra e, incluso, el factor efímero hace que sea más bonito. En el ámbito de la gastronomía, sobre todo en la repostería, estás bastante habituado a hacer elaboraciones largas que dan trabajo y que, luego, se comen en cinco minutos.
¿Lo que haces para los stands también se come?
Depende. Si está destinado a ello, sí. Pero muchas veces está para que la gente lo observe. Es que, si tienes una sandía tres días puesta ahí, luego no te apetece comértela, aunque se podría comer porque utilizamos productos totalmente comestibles para conservarla y solo hay que quitar la parte que ha estado más expuesta al oxígeno y al ambiente.
Alguien podría pensar que se están desperdiciando alimentos…
Intentamos que haya el mínimo posible de merma. Por ejemplo, para las piezas que he trabajado para la feria Fruit Attraction solo he aprovechado la parte externa de la piel de unas peras, pero no tiro las peras. Tengo vecinos, amigos, gente que lo puede necesitar y lo que hago es regalar lo que no voy a utilizar. Intento aprovechar todo al máximo, no me gusta tirar material.
Por lo que cuentas, no solo se trata de decoración gastronómica, sino de marketing.
En mi caso, sí. Soy una herramienta de marketing pura y dura. En publicidad se utilizan diferentes recursos y hay que atraer al cliente ya sea por originalidad, por color o por lo que sea. Yo sorprendo a la gente, sobre todo cuando el producto no tiene nada que ver con la fruta. La gente pasa, se pregunta qué es y vuelve, y eso hace que la empresa tenga un contacto con el cliente que, de otra manera, a lo mejor no habría tenido.
¿Los clientes te suelen dar una serie de premisas o te dan vía libre para hacer lo que tú consideres?
Depende. Hay algunos que sí te explican qué es lo que quieren hacer, otros no. Normalmente intento que me pasen imágenes del sitio, para poder visualizarlo, y que me digan si voy a tallar en directo o solo es decoración. Pero no pienso en mí, sino en el cliente y en su imagen.
¿Has notado la crisis?
Creo que empecé con la crisis, cuando estaba empezando todo el follón. Así que, si salimos de esta, nos podemos dar por satisfechos. Si por ahora podemos vivir, cuando salgamos de la crisis ya será la leche.
¿Qué otros productos utilizas, además de fruta y verdura?
Lo que intento siempre es buscar diferentes técnicas, aunque luego no las vaya a aplicar. Por ejemplo, aprendí a hacer esculturas con arena, que no es tan comestible (risas), pero sí ayuda a ver grandes proporciones. El objetivo es encontrar otras técnicas que pueda aplicar a lo mío. Todo te ayuda y todo aprendizaje es válido si le sabes dar una vuelta de tuerca. Así que también tallo hielo, queso… Me gusta el mundo del arte y es una manera de estar en constante reciclaje.
¿Qué estás aprendiendo ahora?
Últimamente estoy más metida en el tema de la pastelería, que se lleva mucho ahora. Ya lo hacía antes de que la gente empezara a estar medio loca por los cupcakes…
¿Por qué crees que se ha puesto tan de moda?
Primero, porque hay mucha gente que se dedica bajo manga a hacer cosas en casa y venderlas. Y luego, porque a todos nos gusta volver a la infancia. El fondant es una plastilina comestible, no tiene nada más, pero mola.
¿Cuáles son las mejores y las peores frutas?
Las mejores, las que son frescas y están aquí. Y las peores, las que están blandas y fofas. A partir de ahí, todas tienen sus virtudes.
¿Con qué te encuentras más cómoda, con las frutas o con las verduras? Esto es algo que nunca pensé que iba a preguntar…
(Risas) Depende de lo que quieras hacer. Cada alimento tiene sus posibilidades y, en función de lo que quieras elaborar, te vas hacia un campo o hacia otro. Sí que es verdad que, quizá por gusto o por placer, me decanto más por las frutas, pero trabajar una calabaza, y más ahora que estamos en plena época, es la leche. Lo bueno de esto es que también tiene una estacionalidad y, cuando ya te estás cansando de las sandías, aparecen las calabazas.
Ahora que hablas de las calabazas, en Estados Unidos es típico tallar calabazas en Halloween…
Sí, este es otro de los estilos que entran dentro del mundo de la talla de frutas y verduras. No es una talla propiamente dicha porque se raspa en lugar de cortar con cuchillo, pero es otro tipo de técnica totalmente válido, como la vertiente italiana para decorar helados.
¿Pero cuántas vertientes hay?
Lo más básico es lo que comentaba antes, China y Tailandia. Pero dentro del mundo de la talla hay subsecciones, como las Jack-o’-lanterns –que en España se hacían antiguamente con melones y con nabos– o la italiana. Los italianos, que venden más diseño que otra cosa, hacen una decoración llamativa con poca complejidad para decorar una copa de helado o una tarrina.