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"Tu historia tiene una entrevista"

ALBERT CAÑIGUERAL
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CONSUMO COLABORATIVO
ORIGEN Y PRÁCTICA
Imagen sobre la entrevista del experto en consumo colaborativo Albert Cañigueral en Clouderview¿Qué es el consumo colaborativo?
Es lo que se ha hecho toda la vida en círculos de amistad y familia, el “vamos juntos de fin de semana y compartimos coche” o “te paso la ropa del niño”. Se trata de combinar este comportamiento, que es muy natural, con las nuevas tecnologías, las redes sociales y la generación de confianza entre desconocidos, lo que permite que alcance una velocidad y una dimensión mayor. 
 
¿Y cuáles son los factores que han impulsado el consumo colaborativo?
Son tres. Hay una parte de cultura digital, que siempre remarco como la principal. Llevamos una década conociendo y confiando en las cosas que ocurren en internet y relacionándonos con desconocidos en internet a través de Facebook, Twitter, blogs, eBay… Luego hay una parte que tiene que ver con el always on, con el estar siempre conectado a través de los móviles, lo que ha facilitado una aceleración del proceso. Y el tercer factor es económico: con la crisis, mucha gente se está replanteando el mensaje de “cómprate dos casas y dos coches” y está buscando alternativas.
 
¿Consideras que el término de propiedad tiene que cambiar?
Sí, porque es ineficiente. Después de la II Guerra Mundial probablemente tuvo sentido por la necesidad de crear la abundancia en la que hemos vivido y, en algunos casos, la posesión individual sigue teniendo mucho sentido, pero no debe ser la única opción. El consumo colaborativo añade opciones para que no tengas que ser propietario de aquello que necesitas de manera puntual, no elimina la propiedad sino que añade opciones de acceso: alquiler por horas, préstamo, intercambio… Se trata de abrir el abanico para que no tengas que ser propietario de todo aquello que necesitas. 
 
¿Cuáles son los beneficios del consumo colaborativo?
Es una modalidad de consumo bastante nueva y los pros y los contras todavía se están explorando, pero ya se están viendo beneficios sociales, económicos y ecológicos. En la parte económica estamos viendo que en las plataformas donde hay intercambio de dinero, como eBay o Airbnb, las personas se convierten en microemprendedores. Es decir, estas plataformas les dan la estructura tecnológica, legal, de pagos y de promoción para que cualquiera pueda ser, por ejemplo, un vendedor con un esfuerzo mínimo. Eso permite que la gente diversifique sus fuentes de ingresos, algo muy importante en un momento en el que el trabajo de ocho horas de un solo empleador está Imagen sobre la entrevista del experto en consumo colaborativo Albert Cañigueral en Clouderviewdesapareciendo. Por otro lado, compartir un trayecto en coche, por ejemplo, no genera ingresos pero permite compartir los gastos de una manera muy lógica. También es importante entender que no todo tiene que ser comprado o intercambiado con euros, hay maneras alternativas como los bancos de tiempo.
Respecto a la parte social, la gente muchas veces se inicia en estos temas por los beneficios económicos que, por la educación que hemos tenido, son los que nos parecen más obvios y más atractivos, pero luego, en el día a día y experiencia tras experiencia, va entendiendo que lo más potente de estas iniciativas es la gente que conoces. Nos hemos hecho muy individualistas, pero el consumo colaborativo –y para mí es lo más importante– está reconstruyendo el tejido social gracias a la tecnología. 
La parte ecológica no se divulga mucho porque en las últimas décadas se ha abusado de lo ecológico y hay un poco de cansancio, pero al cabo del tiempo la gente se da cuenta de los beneficios ecológicos de, por ejemplo, compartir coche: evita fabricar más coches, fabricar más autopistas y consumir más petróleo. La idea es utilizar eficientemente todo aquello que ya existe y está en circulación para tener una menor huella ecológica. También hay una parte de diseño de objetos para que puedan entrar en el uso compartido y en el reciclaje circular.
 
¿En qué consiste esto último?
Los diseños de los objetos están pensados para un uso individual: compra, posesión y uso, y a la basura, lo que llamamos obsolescencia programada. Muchas de estas iniciativas en las que el objeto se usa durante mucho más tiempo y por mucha más gente están forzando a cambiar el diseño de los objetos para que sean mucho más reparables, incluso en código abierto. Eso también está teniendo un impacto ecológico porque lo que se fabrica dura mucho más.
 
¿En el consumo colaborativo es más importante tener confianza que tener dinero?
En estos sistemas tienes tu perfil con tu foto, tus comentarios, las valoraciones de otros usuarios… Toda esta información va a generar confianza en la gente que no te conoce. La confianza es parte del sistema, pero no la única. Muchas iniciativas combinan dinero con esta necesidad de confianza. La autora Rachel Botsman dice que la confianza es la nueva moneda, pero yo discrepo porque la confianza no se consume. Si alguien me aloja en su casa porque he generado confianza, el hecho de que me aloje en su casa no va a reducir el nivel de confianza sino que es probable que lo incremente, pero la moneda sí que la gasto. Eso sí, la confianza se puede perder de golpe si tienes uno o dos comentarios negativos y te será muy difícil interactuar, aunque tengas dinero.  
 
¿Y cómo hemos pasado de no confiar en nadie a esta nueva situación de confianza a través de las redes sociales?
Porque antes no teníamos indicadores. Cuando vas en el metro no tienes información, no sabes quién te rodea –bueno, ahora con las Google Glass ya veremos (risas)–. En cambio, en Twitter, por ejemplo, tienes una afinidad con gente que no conoces de nada porque tienes suficiente información que te genera empatía y confianza. Las herramientas digitales permiten reconstruir la confianza.
 
Imagen sobre la entrevista del experto en consumo colaborativo Albert Cañigueral en Clouderview¿Cuáles son los límites del consumo colaborativo?
El primer límite es personal, cada uno comparte lo que quiere. Hay gente que dice que nunca compartiría su coche, que en su casa no entra nadie o que no le gusta ponerse ropa usada. Cada uno debe explorar y encontrar sus límites. También hay unos límites culturales, compartir todavía está un poco estigmatizado. En España cuando dices que no te quieres comprar un piso porque prefieres vivir de alquiler la gente piensa que estás tirando el dinero, y en la escuela nos han enseñado que si haces algo gratis eres tonto.
Luego hay unos límites legales y fiscales porque el sistema no está preparado para este tipo de comportamientos, pero la innovación social está cambiando las maneras de pensar. La pregunta ya no es “¿cómo me puedo comprar un coche?”, sino “¿cómo me puedo desplazar de A a B de la manera más económica y ecológica posible?” y eso genera tensiones con el sistema que se tendrán que ir trabajando.
 
¿Por qué es necesario tener que explicar algo tan básico y positivo como compartir?
Volvemos a lo cultural. Por parte de los medios de comunicación o de los economistas más liberales ha habido una presión generalizada en la sociedad occidental sobre el hecho del hiperconsumo, de que tú eres lo que compras. Eso ha permitido un cierto crecimiento económico y unos beneficios que, luego, se han llevado al límite. La gente percibía que era necesario tener un piso en la ciudad, otro en la sierra, un coche para cada miembro de la familia… Era lo normal y si no lo hacías te consideraban una persona rara o un poco al margen del sistema. Perdimos ciertos valores por el camino por la presión cultural, pero gracias a las nuevas tecnologías estamos volviendo a permitir que compartir sea lo normal y como los beneficios son obvios no hay que explicarlo mucho, hay que facilitarlo. Como es un tema muy práctico se está apuntando más y más gente, y el cambio cultural viene por el ejercicio y por participar en estas iniciativas. Un cambio cultural no se puede explicar ni imponer, hay que experimentarlo e ir pasito a pasito. 
 
¿En qué se diferencia el consumo colaborativo del crecimiento cero o del decrecimiento?
Tanto el crecimiento cero como el decrecimiento tienen un mensaje complicado de transmitir. Hay una parte muy ideológica en integrarse en este tipo de comportamientos y, por lo tanto, es más difícil que atraigan a un gran volumen de gente. Probablemente tengan mucho sentido, pero a veces es mejor ser un poco menos purista y conseguir más impacto en la gente. En un crecimiento cero si tienes que irte de Barcelona a Gerona te dirían que no vayas, es decir, que intentes minimizar los desplazamientos Imagen sobre la entrevista del experto en consumo colaborativo Albert Cañigueral en Clouderviewporque estás teniendo un impacto en el consumo. Desde el punto de vista del consumo colaborativo te dirían que vayas porque tienes que ir, pero que te juntes con otros que van a hacer el mismo desplazamiento. 
 
¿La crisis económica ha favorecido el impulso del consumo colaborativo?
Sí, evidentemente. Ha favorecido que más gente se haya visto atraída por este tipo de comportamientos y que haya decidido superar las barreras mentales y culturales, y probar. La necesidad económica ha empujado a mucha gente a tener comportamientos que antes no tenía y a experimentar. Y otros, sobre todo la gente joven, los nativos digitales, no entienden por qué no pueden hacer ciertas cosas que la tecnología permite y han decidido hacerlo. 
 
Si la crisis se supera, ¿crees que el consumo colaborativo va a desaparecer o se va a mantener? 
Soy de los que piensan que esto no es una crisis, sino la nueva normalidad. Es una crisis sistémica y, por lo tanto, hay que cambiar el sistema. El consumo colaborativo ahora está muy en expansión y cuando las cosas se normalicen probablemente tenga un poco de retroceso. Pero, al hablar de un cambio cultural, esa semilla va a quedar ahí, sobre todo porque los empresarios y las administraciones están empezando a ver los beneficios que tiene para ellos. Estas herramientas permiten a la Administración que los ciudadanos se organicen entre ellos y hagan cosas que la Administración tiene que facilitar pero que no tiene que hacer. El teórico Michel Bauwens habla del Estado-socio, un Estado que acompaña y ayuda a las personas que quieren organizarse y hacer las cosas mejor en su día a día. El consumo colaborativo va por ahí y la Administración verá estos beneficios. Y cuando consigan poner tasas en estas transacciones obtendrá un beneficio económico directo.
Las empresas también están viendo que si no venden coches tendrán que empezar a alquilarlos o a proporcionar servicios de movilidad. Pasarán de vender productos a vender servicios. Son modelos de negocio distintos, pero es que la gente ya no querrá comprar al volumen que se compraba antes porque no hay dinero y porque culturalmente no será aceptado. Estos nuevos modelos de negocio tienen sentido y, por lo tanto, se van a quedar; no sé si más o menos, pero creo que es una semilla que va a brotar de distintas maneras.
¿Cuál es la situación del consumo colaborativo en España?
Empecé el blog Consumo Colaborativo hace dos años y medio, cuando era el único friki que hablaba de esto en castellano. Esta fue la motivación principal para empezar el blog porque se hablaba de ello en inglés y en francés, pero no en castellano. Éramos, literalmente, cuatro frikis y dos emprendedores los que hablábamos de esto. Desde entonces han salido muchas iniciativas, en el directorio del blog hay unas 200, y es un concepto que cada vez va calando más en los medios de comunicación y que está en clara expansión. Hay un interés creciente porque se han visto los beneficios.
 
¿Y en América Latina?
Está un poquito más retrasada. América Latina son varios países y cada uno tiene idiosincrasias muy particulares y situaciones económicas muy distintas. En Argentina y Brasil es donde hay más cosas, y México y Colombia están empezando. Son los países donde hay más cultura digital, que es muy importante para que el consumo colaborativo funcione. También influye la seguridad; por conflictos históricos, en algunos de estos países ha habido una gran pérdida de confianza en los demás. La relación con el dinero y la economía también ha sido bastante traumática en algunos de estos países, por ejemplo en Argentina con el corralito. Y la situación de Chile se parece a la España de hace 10 años, está en un modo muy hiperconsumista y ahí es difícil que se implante por el momento. 
Lo más interesante de América Latina es la parte social, es decir, la mayoría de los emprendedores tienen una visión muy social de lo que están haciendo, entienden que necesitan dinero para escalar y para tener impacto, pero no es su fin único porque tienen una percepción social mayor de la que se puede encontrar en Estados Unidos o en buena parte de Europa. 
 
¿Dónde está el origen del consumo colaborativo?
Está distribuido por todo el mundo. Quien popularizó el término fue Rachel Botsman, quien escribió el libro What’s mine is yours. The rise of collaborative consumption –que no está traducido al castellano, pero sí al portugués, al japonés y al coreano–. Ella fue quien observó todos estos comportamientos que ya existían en el mundo y los categorizó. Eso ha ayudado mucho a que la gente sienta que pertenece a un movimiento.
 
Imagen sobre la entrevista del experto en consumo colaborativo Albert Cañigueral en Clouderview¿Y cómo llegaste tú al consumo colaborativo?
Leyendo el libro de Rachel Botsman, siguiendo su participación en las charlas TED, siguiendo un blog americano que se llama Shareable.net y que también fue muy pionero, y leyendo otros textos. Me interesó sobre todo la parte pragmática y me pareció una vía muy interesante a nivel ecológico, social y económico, y, a la vez, con un componente ideológico muy bajo. Soy ingeniero de formación y eso es lo que me atrajo personalmente. Como no había nada en castellano me animé a empezar yo mismo a hablar de ello en castellano.
 
¿Qué tiene que hacer alguien que lea esta entrevista y se anime a compartir?
Lo más fácil es ir al blog consumocolaborativo.com, donde hay un directorio de proyectos activos en España, y buscar en qué categorías le apetece probar. Para empezar, lo más sencillo para mucha gente son los trayectos compartidos en coche; la barrera mental de entrada es muy baja porque todos hemos acabado yendo alguna vez en coche con el amigo de un amigo que no conoces. Otra cosa sencilla son los intercambios de ropa. Hay una barrera mental más elevada sobre lo de dormir en casa de gente. Lo importante es empezar a probarlo, perder ese miedo inicial y buscar en qué ámbito se siente uno más cómodo o tiene una necesidad más imperante de compartir.
 
El sector hotelero se ha quejado mucho de iniciativas como el CouchSurfing o el Airbnb, pero no es una práctica ilegal…
No. Hablamos mucho de alegalidad y de áreas grises porque se está realizando una innovación social. Cuando haces innovación real siempre te metes en líos y un innovador real debería buscar ese tipo de cosas: llevar al límite y hackear el sistema buscando una mejora para crear una empresa viable y que ayude a otra gente a sobrevivir. Es el “momento eMule” de todo esto, algo incipiente, y se puede esperar que las empresas que, hasta ahora, habían sido líderes en cada sector protesten y digan que esto es ilegal. A la vez, también deberían aprender de lo que ha pasado en la industria musical. Un juez puede parar el Airbnb, pero la idea de compartir habitaciones no va a desaparecer.
Creemos que la regulación es necesaria. Esta innovación ha de ir acompañada de una observación activa de los beneficios y de los riesgos reales por parte de la Administración, y de una regulación fuerte. Porque no debe ser lo mismo una persona que alquila una habitación en su casa de manera puntual, que alguien que alquila su casa entera cuando se va de vacaciones o que alguien que está gestionando cuatro pisos. Igual que no es lo mismo una persona que comparte coche de manera puntual porque se va a Valencia que alguien que tenga una furgoneta de ocho plazas y haga el trayecto de ida y vuelta dos veces al día. Hay que buscar el límite entre la profesionalización del servicio y este limbo un poco más amateur.   
 
¿Qué otros ejemplos de consumo colaborativo hay en España?
Hay de todo: aplicaciones para compartir taxi, flotas de coches compartidas, alquilar el coche de otras personas, intercambio de casas, intercambio de ropa de niños, préstamos entre personas… La lista es larguísima. 
 
Imagen sobre la entrevista del experto en consumo colaborativo Albert Cañigueral en Clouderview¿Cuáles pones en práctica tú?
Me gusta mucho viajar, así que mi principal actividad en este campo es la parte viajera. He hecho mucho CouchSurfing, tanto recibiendo a gente en casa como yendo yo a casa de otros; también he hecho Airbnb; he compartido trayectos de coche; hago micropréstamos de dinero; he participado en campañas de crowdfunding; he intercambiado ropa… Me gusta estar en estos temas porque, ya que hablo de ellos, tengo que conocerlos de manera directa. 
 
“Antes compartir era de pobres y ahora es de listos”. Ese fue el titular de una entrevista que te hicieron en El País… ¿No te parece un poco desafortunado?
Es algo que dije en la entrevista y, evidentemente, como titular era muy atrayente, pero fuera del contexto de la entrevista era poco claro. Una cosa no excluye la otra; hay mucha gente con pocos recursos económicos y listísima, y al revés. Cuantos menos recursos económicos tienes, más tienes que espabilarte y ser creativo. Esto se ve con la crisis: por necesidad, la gente está ideando de una manera en la que no se había hecho en las últimas décadas. Probablemente lo correcto sería decir que antes compartir era percibido como que no tenías ingresos y que no te quedaba otra alternativa, era casi una cuestión de beneficencia, y ahora cuando alguien te dice que ha compartido coche o que ha ido de vacaciones a casa de alguien lo que se piensas es que esa persona está usando la tecnología para ahorrarse dinero y para ser más ecológico. La percepción social del compartir ha cambiado; antes estaba muy ubicado en el ámbito de la necesidad y ahora se ha ubicado más en el ámbito de  la eficiencia.
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Imágen de la ficha de Albert Cañigueral
Clouder: Albert Cañigueral.
De pequeño quería ser… cartero.
Y ahora es… experto en consumo y economía colaborativa.
Enviaría un nubarrón a los economistas que abogan por el crecimiento infinito.
La sociedad perfecta P2P
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