¿Cómo empezó tu afición por la música?
Vengo de una familia de músicos, aunque no se dedicaban profesionalmente a ello. Mi madre toca el piano, mi abuelo cantaba, mi tía también… Nací con la música impresa en mi alma y en mi información genética. Cantar siempre ha sido algo natural para mí. En casa se oía ópera, zarzuela, tangos, boleros… Desde niña conocí todos los géneros y la música era una parte importante de mi vida.
¿Tenías claro de pequeña que querías dedicarte a ello?
No, fue surgiendo de una manera muy natural. Es cierto que es completamente vocacional, me dedico a lo que más amo en el mundo: la música, cantar y estar en el escenario. Pero no lo tenía previsto, ocurrió.
¿Cómo te formaste para ser cantante de ópera?
Hice la Carrera Superior de Canto en el Real Conservatorio de Madrid. También estudié hasta tercero de Derecho en la Autónoma, pero lo dejé, y volví a la universidad para hacer un DEA en Historia y Ciencias de la Música. Tengo por ahí pendiente una tesis, pero ya veremos (risas). Después me fui a Viena para seguir perfeccionándome y empecé hacer pequeños papeles. Viví cinco años allí y sigo yendo mucho porque es una ciudad que me trae muy buenos recuerdos y en la que todavía tengo muy buenos amigos.
Empezaste como soprano, pero después cambiaste a mezzosoprano. ¿Cómo se va definiendo una voz?
Cada caso es diferente. Las voces muy agudas con un timbre muy cristalino suelen ser sopranos. Las voces de mi estilo, más aterciopeladas, pueden empezar como sopranos o como mezzosopranos. En mi caso, comencé haciendo roles de soprano, pero con el tiempo y de una forma natural, empecé a hacer los de mezzosoprano. No tuve que hacer ningún tipo de cambio de técnica; cambié el repertorio porque me encontraba más cómoda.
¿Un cantante de ópera puede cambar de registro por exigencias del mercado?
No se debería, pero en algunos casos sí hay artistas que cantan obras que no se corresponden con su tesitura por esa razón. Pero no es sano para la voz.
Este año debutarás en Israel como protagonista de la ópera Carmen, uno de los papeles que más interpretas…
Me hace muchísima ilusión porque, además, será con el maestro Zubin Mehta, uno de los grandes directores actuales y de todos los tiempos.
¿Qué supone para ti ser considerada una de las grandes intérpretes de Carmen en la actualidad?
Es un orgullo, sobre todo siendo española. Me hace mucha ilusión saber que se me reconoce por ello allá donde voy y que el público responda con tantísimo cariño. Además, y aunque haya Cármenes buenísimas de cualquier otro país, creo que las españolas llevamos algo implícito que no nos tienen que explicar a la hora de interpretarla.
¿A qué otros personajes te gusta interpretar?
Me gusta mucho Amneris, en Aida. Es un personaje que tiene una evolución psicológica muy grande. Al principio es una mujer fría y cruel, pero termina rogando de rodillas por amor. Giuseppe Verdi hizo tres regalos a las mezzosopranos en las óperas Don Carlo, El trovador y Aida. También me gusta mucho Charlotte, de Werther, y Dalila porque es una joya musical y un personaje arrollador.
¿En qué mecas de la ópera has actuado?
En la Ópera de Viena, en La Scala de Milán, en la Ópera de París, en el Carnegie Hall de Nueva York, en el New National Theatre de Tokio, en La Fenice de Venecia, en el Massimo de Palermo, en el Liceu de Barcelona, en el Real de Madrid… Y en Alemania, Finlandia, Estados Unidos, Argentina, Chile, Panamá, México, Australia, Corea, Siberia…
¿Y en África?
Todavía no, pero en Sudáfrica sí hay ópera. Todavía hay varias óperas en las que me gustaría debutar, pero ya llegará el momento, si tiene que llegar. Estoy muy satisfecha con todo lo que he hecho hasta ahora. Cuando empecé a cantar, ni me imaginaba que iba a hacer tantas cosas.
¿En qué idiomas cantas?
En italiano, francés, alemán, inglés y ruso. Pero no hablo ruso. Cuando tienes que hacer una ópera en un idioma que no hablas, aprendes la dicción y el significado, y tienes que tener un coach para que te enseñe la pronunciación. Los cantantes de ópera nunca dejamos de estudiar.
Tuviste un accidente en Bilbao durante una función de Rigoletto, ¿cómo sucedió?
Me caí en el escenario y me rompí una clavícula. Tuvieron que operarme y, después de tres meses de recuperación, regresé al escenario en Milán, con la sinfonía Resurrección, de Gustav Mahler, lo que tuvo un significado muy profundo para mí.
¿Agota, emocional y físicamente, interpretar una ópera?
Sí, terminas extenuado. No cantamos solo con la garganta, cantamos con el cuerpo, y hay personajes que tienen mucha fuerza emocional. Pero también terminas lleno de emoción. Sientes cansancio físico, sudas mucho, pero tienes una sensación de gran agradecimiento por lo que ha ocurrido. Es muy hermoso. Creo que hay un canto físico, un canto psíquico y un canto espiritual, y son los tres los que actúan juntos en una representación. Para mí, el canto es la voz del alma.
Como espectadora, ¿qué es lo que esperas sentir cuando vas a la ópera?
Tengo que sentir que no hay nada más que lo que recibo en escena. Si me emociona y consigue que no tenga ningún pensamiento más en la cabeza es que me está gustando mucho.
¿Recuerdas cuál fue la primera ópera que viste?
Sí, perfectamente. Era alumna del Conservatorio y vi Norma, de Montserrat Caballé, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Me quedé maravillada.
En marzo retomas una gira de recitales por España, ¿qué interpretas en estos conciertos?
Haremos lied alemán, canción francesa y canción española. Estaré acompañada por un piano, excepto en uno, que será con arpa. Para mí, cada canción del recital es como una mini ópera. Dentro de la música clásica, el recital es un género muy popular y muy querido. Lo he hecho desde que tenía 19 años y me parece una forma muy bonita de comunicarme con el público porque estoy sola en el escenario, con el pianista, y el público está muy cerca, sientes su energía y hay muchísima comunicación. Es un gran disfrute, me gusta mucho hacerlo.
Tienes 17 discos editados y con uno de ellos fuiste finalista de los Premios Grammy…
Fue una sorpresa increíble. Grabé el disco con Luiz de Moura Castro, un gran pianista brasileño con quien coincidí en una comida con amigos en la que él empezó a tocar el piano y yo a cantar y vimos que había química. Grabamos el disco en tres tardes y, de repente, un día nos dijeron que éramos finalistas de los Grammy. No nos lo esperábamos y ha sido una de las grandes cosas de mi vida musical.
Con el pianista Miguel Zanetti, que ya no vive, también grabé varios discos e hice casi un centenar de recitales. Fue una de las personas que más creyó en mí desde el principio y le tengo un gran cariño. Espero que lo sepa allá donde esté.
¿Te gustan otros tipos de música?
Sí. De hecho, acabo de grabar un disco que tiene un poco de todo: tangos, boleros, música brasileña, música española más popular… Lo he hecho por placer personal, porque es una música que he oído mucho desde niña.
¿Te gusta la música comercial actual? ¿Vas a conciertos?
No suelo ir a conciertos, pero no es porque no me guste, sino porque no tengo mucho tiempo y porque suelen ser al aire libre y no me puedo permitir coger frío. No sé si el rock de ahora me gusta, pero me gustan mucho Freddie Mercury, Elvis Presley, The Beatles, Pink Floyd, Frank Sinatra…
¿Ensayas en casa?
Sí, trabajo y estudio las obras en casa. Luego voy a pasarlas con un pianista.
¿Y los vecinos qué opinan?
Tengo mucha suerte, todos me quieren mucho. Bueno, hay unos nuevos que solo llevan unos meses y no están muy contentos (risas). Pero nunca canto a ninguna hora intempestiva y tengo insonorizada la habitación en la que trabajo. Además, solo canto a voz plena alrededor de una hora al día. Es suficiente para mantener la voz en forma y no se debe cantar más porque no es bueno. Cuando interpretas una ópera, aunque tenga tres o cuatro actos, sueles cantar entre 30 y 40 minutos.