¿Qué es la Asociación Española de Filosofía del Deporte?
Es una iniciativa que hemos desarrollado varias personas –básicamente ha surgido en Barcelona– y en la que hemos agrupado a expertos que están desarrollando, desde una perspectiva interdisciplinar, una investigación o una reflexión sobre el deporte, desde el punto de vista de la ética, la filosofía, la sociología o, incluso, de la psicología. En España es un ámbito completamente novedoso; no ha habido preocupaciones éticas o filosóficas sobre el deporte más allá de las de José Ortega y Gasset o las de José María Cagigal, quien fue el impulsor del INEF. El propósito es aunar todos los esfuerzos que se estaban realizando de manera individual para enlazarlos en una reflexión común y compartida que nos permita organizarnos como grupo de investigación y llegar a un público más amplio.
¿Buscáis que vuestras reflexiones calen en las instituciones deportivas?
Por supuesto. De hecho, ya estamos en contacto con algunas instituciones, como la Liga de Fútbol Profesional (LFP), con el objetivo de ver si a ellos les podría resultar interesante desarrollar cursos de formación, no solo a nivel infantil, alevín, cadete y juvenil, sino también incluso para futbolistas profesionales, porque creemos que la educación es un elemento fundamental para evitar algunas de las lacras que amenazan al deporte. Hay cuatro lacras importantes: el dopaje, la corrupción y amaño de partidos, la violencia y el racismo. En el otro lado está la vertiente positiva del deporte, el fair play, pero creemos que no está profundamente desarrollado en qué consiste el juego limpio en el caso del fútbol o de otros deportes.
¿Por qué crees que el fair play se corrompe?
Hay una visión idílica del deporte como generador de valores, fair play, solidaridad, sacrificio, compañerismo… Cosas que, no me cabe la menor duda, existen en el deporte –sobre todo en el amateur, menos en el profesionalizado–, pero sería demasiado ingenuo por nuestra parte desconocer que, en la actualidad, el deporte también tiene algunos aspectos claramente criticables: el compañerismo a veces deriva en competitividad; la lucha por la victoria a veces se convierte en ansia desaforada, etc. Todos estos elementos hacen que, hoy en día, el deporte tenga un aspecto que no es el que muchos creemos que debería tener. Además, en el ámbito del deporte profesionalizado está presente el dinero y, obviamente, hay toda una serie de intereses espurios que pervierten lo que debería ser la práctica normal del deporte como fenómeno social.
¿Qué papel puede tener vuestra asociación en la lucha contra las lacras del deporte?
Creo que tres de ellas –la corrupción, la violencia y el racismo– tienen que ser erradicadas del deporte, no solo a través de las vías represivas, sino también a través de la educación y la formación de los principales implicados: deportistas, entrenadores, directivos…
El dopaje es un fenómeno distinto. Existe una visión compartida desde las organizaciones internacionales hasta el aficionado de la calle, que lo consideran como una lacra. Pero tengo un punto de vista algo distinto y un poco heterodoxo: si cambiamos la palabra ‘dopaje’ por ‘mejoramiento’, el enfoque sobre este fenómeno empieza a cambiar. El mejoramiento del rendimiento físico forma parte de la esencia del deporte; lo que está mal del dopaje es que, en algunas ocasiones, los deportistas lo llevan a un extremo en el que ponen en peligro su salud. Si quitáramos este elemento agónico que tiene cualquier deportista de desafiar a su propio cuerpo y llevarlo hasta el extremo; si pusiéramos límites al consumo de determinadas sustancias; y si lo hiciéramos de una forma oficial, controlada, creo que el dopaje podría estar perfectamente tolerado y aceptado en la visión actual del deporte.
¿Dices que el dopaje podría tolerarse?
Podría estar tolerado en el deporte actual si se establecieran determinados límites a algunas formas de dopaje, pero creo que la política que se está llevando a cabo es salvaje; es como matar moscas a cañonazos.
Entonces, el límite sería no doparse con sustancias que pueden dañar la salud…
Obviamente, nadie quiere que nuestros ciclistas mueran en la carretera o que nuestros atletas mueran en el tartán, eso está claro. Pero hay que tener en cuenta que, respecto de cualquier otro tipo de tratamiento o de sustancia que no necesariamente pone en un riesgo al deportista, la actual política (antidopaje) es de un paternalismo injustificado. Lo que está perfectamente permitido en otros ámbitos sociales a un deportista adulto se le prohíbe y se le niega, y esto no deja de ser chocante.
También habría que distinguir los tratamientos terapéuticos o reparadores, de los mejoradores. Por ejemplo, a Lionel Messi se le diagnosticó que iba a tener una estatura muy inferior a la media y una de las condiciones del Barça para ficharle fue que se le tratara con hormona del crecimiento. En ese sentido, no lo calificaría de dopaje porque lo que se hizo fue tratarle para que llegara al promedio, no mejorarle con respecto al resto de futbolistas.
¿Qué es el Tribunal Administrativo del Deporte, recientemente creado?
El Tribunal Administrativo del Deporte es novedoso en algún sentido, pero no es más que una reformulación del antiguo Comité de Disciplina Deportiva, aunque agrupe alguna función más. El primer caso que llevó fue la decisión sobre la suspensión de tres partidos a Cristiano Ronaldo.
¿Por qué hay casos en los que los tribunales estatales no se ponen de acuerdo con los internacionales?
El deporte como institución es un fenómeno muy extraño y, en algún sentido, anómalo, porque la mayor parte de las instituciones que lo gobiernan –el Comité Olímpico Internacional (COI), la Federación Internacional de Asociaciones de Fútbol (FIFA) o la Unión de Federaciones de Fútbol Europeas (UEFA), por ejemplo– no son instituciones de derecho público, como tampoco lo son las federaciones españolas. Realizan tareas que tienen una calificación de públicas, pero son instituciones privadas. Lo interesante y lo extraño, y lo que no deja de generar conflictos cuando tratan de dictar normas, es que pueden entrar en contradicción con normas de derecho positivo de los países que forman parte de esas instituciones, de forma que se produce una contradicción de intereses entre, por un lado, una asociación que tiene unos objetivos privados y, por otro, instituciones que tienen un interés público. Y en muchas ocasiones lo que triunfa no es el interés colectivo, sino el interés de estas instituciones privadas.
¿Por qué?
Porque tienen capacidad de veto. Por ejemplo, si el Consejo Superior de Deportes no hubiera acomodado la norma que regula el dopaje en España a lo que el COI pensaba que era el requisito mínimo, Madrid no hubiera tenido ningún tipo de posibilidad en la candidatura olímpica, ni siquiera de competir en la fase final.
¿Crees que la ética está reñida con el deporte como espectáculo?
Sí, hay intereses que están claramente contrapuestos. Desgraciadamente, los deportes con más tirón popular son los que generan una mayor cantidad de dinero y han creado una industria a su alrededor –medios de comunicación, fabricación de prendas deportivas, etc.– que, en ocasiones, no solo condiciona, sino que determina decisiones que deberían tener como único criterio el propio juego o la ética del juego.
Los intereses que hay en los deportes que tienen más tirón publicitario no son los de los deportistas. Las organizaciones internacionales que regulan los deportes están mucho más interesadas en aumentar el pastel económico que en proteger los intereses de los deportistas.