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"Tu historia tiene una entrevista"

MIGUEL DEL ARCO
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LA ESCENA
LA POLÉMICA

¿Cómo has llegado a donde estás ahora?

Todo empieza en el Pequeño Taller de Teatro, una compañía juvenil dirigida por Carlos Marco en la que entré con 14 años. Hice mi primera gira profesional con ellos, trabajos en televisión, etc. Ahí está el germen. A partir de ahí, me voy a Estados Unidos y bailo allí un año con una compañía profesional. Cuando vuelvo, bailo con Víctor Ullate y decido presentarme a la Real Escuela Superior de Arte Dramático (Resad), que es donde empieza la profesionalización.

 

Imagen  sobre la entrevista del director de teatro Miguel del Arco en Clouderview¿Y cómo pasas casi del anonimato a ser uno de los grandes del teatro?

Ese paso sucede hace relativamente poco. Nunca me ha faltado trabajo, he trabajado mucho como actor, pero la parte más mediática, en la que la gente empieza a preguntarse “¿quién es este tío?”, surge hace apenas cuatro años con La función por hacer. Soy un pisacharcos y he ido abordando muchas disciplinas. Empecé a escribir para televisión y de ahí surgió mi faceta como autor. Aitor Tejada y yo montamos Kamikaze Producciones y lo primero que hicimos fueron tres cortometrajes. Ya teníamos La función por hacer más o menos pensada y decidimos ponerla en marcha, sin dinero y sin un sitio donde estrenar, pero convencimos a un grupo de actores para que se aliaran con nosotros y ahí se inició todo.

Desde ese momento, todo ha sido como una bola de nieve gigantesca que, afortunadamente, nos pilla maduros y con muchos años de profesión en las espaldas, y no hay ni media tontería. Lo que sí que hay es el gozo especial de colocarte en un lugar en el que puedes elegir cómo, dónde y con quién. A la gran fortuna de estar en esta profesión se une la gran maravilla de poder elegir.

 

Ya eres un habitual en las candidaturas de los Premios Max y del Premio Valle-Inclán, ¿qué supone esto para ti?

Me dicen que ya estaré acostumbrado. Pues no. Nosotros somos siete hermanos y a mi madre siempre le decían que ya tenía que estar acostumbrada a los niños, pero ella decía que no, que cada hijo es de una manera diferente. Las candidaturas premian a trabajos diferentes, es el reconocimiento de los compañeros y es muy emocionante. Además, en cada convocatoria pasa algo diferente. En esta, los que ya tengo como director me hacen la misma ilusión y hay otros que me hacen muy feliz: este año estamos con De ratones y hombres y me hace una ilusión tremenda que se lo pueda llevar Concha Busto, una productora histórica de este país que ha querido cerrar su carrera con este trabajo; que se lo lleve Toni Canal, un actor con una energía brutal; o que compartan candidatura Fernando Cayo y Roberto Álamo. Además, los premios son fundamentales para que la industria siga adelante. Cuando La función por hacer se llevó siete Max se agilizó la venta del espectáculo y eso es esencial para dinamizar el teatro, que falta nos hace.

 

¿En qué faceta te sientes más cómodo?

Imagen  sobre la entrevista del director de teatro Miguel del Arco en Clouderview

Me siento muy bien como director, creo que he encontrado mi sitio. No echo de menos subirme al escenario como actor, aunque creo que para que alguien dirija bien a los actores, primero ha tenido que ponerse en su piel. Me encuentro muy bien capitaneando los equipos, me entusiasma crearlos, que funcionen como una buena maquinaria y que mi cabeza inquieta esté en todo.

 

Sólo te falta dirigir un largometraje…

¡Estoy en ello! Estoy escribiendo ahora mismo. Tengo un contrato firmado para un largometraje que, supuestamente, también dirigiré. Los productores, Fernando Mubaira y Gonzalo Salazar, me han dado carta blanca para escribir. Me preguntaron sobre qué me gustaría hacer mi primera película, les dije que sobre la familia y eso es lo que estoy haciendo, a ver qué pasa.

 

Tus puestas en escena siempre sorprenden, ¿en qué te inspiras?

Surgen de la propia historia. Es necesario ejercitar el oído para saber qué necesita la historia. No quiero imponer un estilo personal. Siempre les digo a los actores que lo que más me emociona es que me hagan olvidar que yo he dirigido o he escrito esa función, que la historia me succione y me lleve. Es necesario poner el oído para saber cuál es el tono que piden las historias, qué tono piden. Pasa lo mismo con los personajes; antes de escribir una historia intento siempre escuchar mucho a los personajes. De hecho, antes de la sinopsis del guión para la película, escribí casi cien páginas sobre los personajes en las que les entrevisto, les hago monólogos, ellos hablan y, de alguna manera, se van conformando y van pidiendo cosas que incluso a mí me sorprenden. Eso te va afinando el oído para saber qué dirección tiene que tener la historia y te permite que tú no te impongas como personalidad, sino que la historia demande lo que necesita.

Este año en los Max me siento especialmente orgulloso de la representación por las candidaturas de De ratones y hombres, que es un drama oscuro y tenebroso; El inspector, que es una comedia lumínica, divertida y salvaje; y un monólogo como Juicio a una zorra. Hay que aplicar el oído para ver qué necesita cada historia.

 

¿Qué es lo peor que te ha pasado en un estreno?

Lo tengo muy presente (risas). Deseo tiene mucha maquinaria escénica, una mecánica muy complicada, y llegamos muy apretados al estreno porque es una producción muy ambiciosa técnicamente. Me puse un poco macarra y dije “esto lo saco yo”, y es verdad que lo sacamos maravillosamente, pero el primer día con público la mecánica giratoria dijo “hasta aquí he llegado” en mitad de la función y tuvimos que echar el telón. La adrenalina de ese momento no es bonita, no me gusta nada. Me gusta otro tipo de adrenalina. Afortunadamente, se solventó en nada de tiempo y pudimos continuar, pero el susto fue grande. El público también lo pasa mal en momentos así. Siempre parto de la base de que el público llega a un teatro para hacer el juego de convención de entrar en la historia que le vas a contar y cosas así perturban.

 

Imagen sobre la entrevista del director de teatro Miguel del Arco en Clouderview¿Tienes alguna manía o superstición a la hora de enfrentarte a un estreno o subir al escenario?

Siempre digo que no, pero luego hago todo por si acaso (risas). Realmente, pienso en lo que dicen que da mala suerte, como silbar en el teatro, pero me pillo haciéndolo y, aunque me doy cuenta y me callo, vuelvo a silbar. Pero no hago otras cosas porque se pierde mucho tiempo. Cuando voy conduciendo no puedo evitar jugar con las matrículas: me pellizco si veo una capicúa, cruzo los dedos y me los descruzo, y siempre pido deseo. Pero es una manera de movilizar las energías.

 

Hablando de deseos… En Deseo están representados todos los significados de la palabra deseo, pero ¿qué significa para ti?

La pulsión de Deseo tiene mucho que ver con las relaciones. Estoy felizmente casado desde hace 23 años, pugno con muchos deseos y he trasladado al argumento cosas que me pasan a mí, pero no es autobiográfica. No me ha pasado una salvajada como la del argumento nunca, pero hay parte de mí en los cuatro personajes. Deseos inconfesables no tengo… Es que soy de Carabanchel, soy muy macarra, y no me aguanto casi ningún deseo. Si sé que es racional, que puedo optar a ello, que me apetece realmente y que no voy a hacer daño a nadie, voy a por ello. Me acabo de comprar un terrenito en La Vera y mi deseo brutal es que la Administración me permita construir, por ejemplo… En cuanto a deseos sexuales, estoy bastante cubierto (risas).

 

En Deseo trabajas con Emma Suárez, Gonzálo de Castro, Luis Merlo y Belén López. ¿Crees que es en el teatro donde se aprecia realmente la valía de un actor?

No estoy de acuerdo exactamente. Hay actores que pueden saltar con una flexibilidad brutal del teatro al cine, y hay otros que están muchísimo mejor en el teatro o en el cine, y a los que ese salto no les gusta o no les va porque son técnicas diferentes. Sí que es verdad que el teatro tiene algo y que cuando el actor sale al escenario es dueño y señor de su trabajo. Con una película te puedes llevar grandes alegrías, pero los rodajes están fragmentados y se puede empezar por el final, mientras que en el teatro sí que tienes un arco dramático que te permite saborear y exprimir a tu personaje de una forma mucho más profunda, más gloriosa. Cuando tienes un personaje con un arco dramático fabuloso, ese viaje se puede convertir en algo realmente especial.

 

En comparación con el cine, ¿el teatro es un arte minotitario?

Sí, porque la representación es en vivo y en directo y tienes, como en este caso, las 800 personas que caben en el Teatro Alcázar. Pero también se alarga mucho en el tiempo, con lo que tampoco es tan minoritario porque vas sumando y sumando… No se puede comparar con una película de éxito con cientos de copias pululando por todo el país, pero sí que llegas a mucha gente.

¿Cómo están afectando los recortes y la crisis al teatro?

De una manera fatal. Espero muy poco de los políticos actuales, francamente. Lo que pasa es que tengo que seguir esperando porque no nos queda otro remedio, son la gente que dirige el país. Me parece que hay una falta de sentido común brutal y, sobre todo, una falta de visión de estado, de gente que realmente quiera construir un futuro y que sean responsables de lo que están haciendo. Se instalan en el cortoplacismo, cuando estamos hablando de cosas que se tienen que perpetuar para construir un país: educación, sanidad, cultura… Y lo que están haciendo con la cultura, como lo que ha pasado en los Goya, por ejemplo, me parece deleznable. Estimulan que esto suceda diciendo cosas como “por qué tienen estos titiriteros -como si fuera una cosa malísima, ¡vivan los titiriteros!- que salir a opinar sobre política”. Yo soy Miguel del Arco y como ciudadano y como ser humano soy político por naturaleza, eso para empezar. Y como ciudadano, no es que tenga derecho a decir las cosas, sino que tengo la obligación moral de contribuir al proceso democrático y a la construcción de la democracia en la que vivimos.

¿Cómo no voy a utilizar un foro en el que tengo la posibilidad de decir lo que no me gusta y, encima, cuando tiene que ver con mi profesión? Tengo todo el derecho del mundo. ¿De qué van los representantes políticos de este país cuando dicen que eso no se debe hacer? Lo que realmente les molesta es que la cultura actúe como un altavoz, pero ese es el principio de la dictadura: “tú no puedes hablar en un foro porque me molesta lo que estás diciendo”. Pues te jodes, porque estamos en una democracia y yo tengo la obligación de decirlo y tú tienes la obligación de escucharlo.Imagen sobre la entrevista del director de teatro Miguel del Arco en Clouderview

 

Si recoges un premio en los Max, ¿hablarás por derecho o por obligación?

Considero que lo puedo hacer. Hace cuatro años iba con mi libreto de La función por hacer puerta por puerta y no pasaba ni de la garita de seguridad. Afortunadamente, eso no se me ha olvidado y espero que no se me olvide. Siempre reflexiono que si en Kamikaze estamos teniendo problemas para sacar adelante nuestra próxima producción, estando tan bien colocados como estamos, qué será del tejido de compañías que iban por sus comunidades. Eso ha caído. Al estar en un sitio privilegiado tengo la obligación de llamar al orden sobre eso. Si tengo la necesidad de decir las cosas, las digo pero no me lo impongo.

Tengo muy clara una cosa: hay que ofrecer espectáculo. Somos comunicadores, lo que no puedes hacer es subirte encima de un escenario y ser un coñazo. Al mismo tiempo que utilizamos una gala para denunciar una serie de cosas, tenemos que contribuir a hacer industria. La gente de la cultura nos hemos olvidado de que esto sin industria no funciona. En este país está el error de decir que si hay industria no hay cultura o somos mucho menos cool. Yo tengo una empresa que me cuesta muchísimo sacar adelante y, si el tejido industrial se va a tomar por culo, no voy a poder seguir haciendo teatro. Hay que tener claro que también estás vendiendo una manera de hacer. Protesta, di lo que quieras, pero, sobre todo, piénsalo.

 

¿Qué o quién es el azote de la cultura en España?

Somos un país de piratas, eso está claro. Uno de los pocos géneros literarios que nos hemos inventado es la picaresca. Hay una relación con la cultura de falta de educación. He discutido mucho, incluso con gente muy cercana, sobre los derechos de autor. A nadie se le ocurre decirle a una persona que tiene una carnicería que no se la puede pasar a sus hijos. Y si mi industria, mi trabajo, es la parte intelectual, también se lo quiero pasar a mis hijos. De eso es de lo que yo vivo y lo que me va a permitir seguir haciendo obras de las que la gente va a disfrutar. ¿Qué respeto se puede tener a una materia sobre la que todo el mundo piensa que se la puede bajar de forma gratuita al encender el ordenador? Es imposible.

Imagen sobre la entrevista del director de teatro Miguel del Arco en ClouderviewPor el lado de la política, se criminaliza de una manera brutal porque ellos quieren una cultura de adorno, que les haga salir guapos en las fotografías, que puedan decir “los creadores me apoyan”, pero no quieren nada que sea molesto. Estamos en una dinámica terrorífica: la soberbia de José Ignacio Wert (ministro de Educación, Cultura y Deporte) o los comentarios insufribles de Cristóbal Montoro (ministro de Hacienda). Si usted conoce a algún actor que no pague impuestos, denúnciele porque es su obligación, pero echar mierda gratuita de esa manera es seguir alimentando la creencia de que la gente de la cultura estamos todo el día tocándonos el escozor en nuestra casa, mientras esperamos que llegue el sobre con la subvención. Yo no vivo de las subvenciones, es imposible hacerlo, y ahora menos. Eso lo venden los políticos, que menoscaban la vida cultural.

Siempre digo que la parte cultural es la marca de un país. ¿Qué quieren, que la marca de España sean los jamones de pata negra? Que me los como y están muy ricos, pero eso no puede ser. ¿Qué hace Inglaterra cuando presenta las olimpiadas? Presenta su cultura: sus series, sus actores, a Shakespeare, su música, sus poemas, sus cantantes, etc. Esta es la parte intangible que describe a un país. Como nos den las olimpiadas, ay madre, señora Botella (Ana Botella, alcaldesa de Madrid), ¿qué va a hacer usted? ¿Qué va a presentar como sigamos así?

 

¿Por qué se critica tanto a los actores y no sucede lo mismo con otros miembros de la vida cultural, como los escritores? ¿Es una cuestión de envidia?

Los cómicos hemos tenido mala prensa siempre, desde que nos enterraban fuera de sagrado. Siempre ha habido un rechazo al cómico, pero no sé por qué razón. De hecho, se decía que era la profesión de putas y maricones. Pero cuando la gente sale del teatro o de ver una película, con lo que realmente comulga es con el actor, con quien sientes la empatía acerca de la historia. España es un país con una envidia salvaje, pero creo que está cambiando. Con La función por hacer la gente ha envidiado mucho lo que nos ha sucedido, porque es lo soñado, ha cambiado radicalmente nuestra vida. Pero esa envidia se pone en funcionamiento no como una sensación mala, sino como un motivo inspirador. Notamos que caíamos muy simpáticos cuando hicimos La función por hacer, pero ya caíamos un poquitito peor cuando empezamos a hacer Veraneantes. El primer éxito se celebró, pero con el segundo dijeron “a estos les sonó la flauta”. Hay una especie de hacha levantada. Lo que hay que hacer es pasar, el trabajo siempre es incontestable.

 

¿Qué te parece que te llamen el rey Midas del teatro?

Estoy muy tranquilo con estas cosas, con los adjetivos que utiliza la gente para describirte. Hasta hace poco me llegaban las alertas de Google sobre Miguel del Arco, Deseo, etc., pero las he quitado todas, no quiero oír nada. Aitor Tejada me filtra algunas críticas bonitas o graciosas, porque tengo algún enemigo acérrimo que le parece repulsivo y repugnante lo que hago, pero lo leo como el que se lee un tebeo. Intento huir de los adjetivos. Lo que me gusta es venir día tras día y que el teatro esté lleno de gente. Eso también es incontestable. 

 

 

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CLOUDER-FICHA
Imágen de la ficha de Miguel del Arco
Clouder: Miguel del Arco.
De pequeño quería ser… ginecólogo o Fred Astaire.
Y ahora es… director de teatro.
Daría un paseo por las nubes con cualquiera que pudiera llevarle hasta allí.
Del Arco vs. Crowe
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