¿Por qué eres actor de doblaje?
Me llamó la atención desde que descubrí que el doblaje existía. Quería ser una de esas personas que están ahí detrás hablando e interpretando en nuestro idioma para que podamos entender las películas extranjeras.
¿Y qué hiciste para conseguirlo?
Proponérmelo. Vivía en Tenerife y, cuando tuve edad para empezar a dar pasos para llegar a ello, comencé a darlos. Me vine a Madrid con 21 años, empecé a indagar y descubrí dónde estaban algunos estudios de doblaje –entonces no había Google–; allí me dijeron dónde había algunas escuelas de doblaje. Me apunté en una, aprendí la técnica y, paralelamente, también di clases de interpretación. Así se empieza.
¿Tu acento canario te causó algún problema?
Siempre he sido un buen imitador y, desde pequeño, al igual que imitaba a mi profesor, imitaba el acento peninsular. Cuando llegué a la península, procuraba no hablar en canario con quien no me conociese y, de esa manera, practicaba, y ya no me supone ningún esfuerzo. Aunque hay días y días; hay días que estoy trabajando y me cuesta más vocalizar, y siempre digo lo mismo: “Hoy mi lengua está en Tenerife”.
¿Los comienzos fueron duros?
Fueron muy difíciles: cuando estaba empezando, en 1993, hubo una huelga y en esos momentos era imposible entrar si tenías escrúpulos. Yo los tenía y no quise; tiré la toalla y regresé a Tenerife con un sentimiento muy profundo de frustración. Pero en 1998 vi la oportunidad de regresar, en principio, para hacer una audición para trabajar en teatro. Me cogieron y aproveché otra vez para moverme por el doblaje, y ya conseguí que me hicieran pruebas. A partir de ahí, empecé, muy lentamente, y hasta hoy, 16 años después. Tardé siete u ocho años desde que intenté empezar a ser actor de doblaje hasta que conseguí mi primera convocatoria.
¿Con qué papeles empezaste?
Normalmente, se empieza desde abajo: ambientes, personajes de frases cortas… El típico taxista que dice “¿adónde la llevo?” o el camarero que pregunta “¿qué va a tomar?”. Los inicios son así siempre, salvo que tengas un talentazo enorme. Los directores van viendo tu potencial y te van dando cosas cada vez más importantes, hasta que alguien apuesta por ti y te da un papel importante.
Según tu ficha de actor de doblaje, haces voces jóvenes de 20 a 40 años, ¿no es un abanico demasiado amplio para una sola voz?
Es que hay voces y voces. Creo que la mía es maleable y tengo una voz joven a pesar de no ser tan joven, aunque lo parezca también. Lo de la voz es muy relativo, tengo un compañero más joven que yo que en un doblaje era mi abuelo porque tiene una voz mucho más grave y gruesa. Además, somos actores y variamos la voz para que pegue lo máximo posible con la cara del que estemos doblando.
¿Cómo afecta al actor de doblaje que el actor al que dobla fallezca, como Philip Seymour Hoffman o Heath Ledger?
La vida es así, pero los actores de doblaje también nos morimos (risas). Son cosas que pasan y no hay que llevárselo solo al terreno de la muerte: ¿qué pasa cuando doblas a un actor en una serie y luego esa serie no tiene el éxito que esperabas? ¿O qué hubiese pasado con Ramón Langa si Bruce Willis no llega a triunfar como ha triunfado? Dependemos de otro (risas).
¿Qué voces de doblaje te gustan?
La perspectiva cambia cuando estás dentro del mundo del doblaje. Antes admiraba a gente que ahora veo de otra manera, y al contrario… Evidentemente, no todo el mundo te cae bien y es verdad que existen filias y fobias, eso es así. Pero un referente de toda la vida ha sido Rogelio Hernández, la voz de Paul Newman, Michael Caine y Jack Nicholson; también Manolo Cano… Iván Muelas, la voz de Will Smith, es un crack. Y entre las mujeres, Matilde Conesa, Marta García… Hay muchas voces que me gustan.
¿Crees que tu profesión está lo suficientemente valorada en España?
Lo ha estado más en otras épocas. Ahora hay una especie de moda por atacar al doblaje. Ciertos grupos ‘intelectualoides’ ponen a parir al doblaje; he llegado a leer en determinados foros burradas graves: que tendríamos que desaparecer, que el doblaje habría que prohibirlo… Pero, en la actualidad, la versión doblada sigue siendo la preferida del público y, si no te gusta, puedes ver la versión original. Es un debate que podría haber tenido sentido en los años 70 o principios de los 80, cuando no tenías la opción de cambiar el idioma en el VHS o en el mando a distancia. Desde que existe el DVD tienes la opción de poner el idioma que te dé la gana.
¿Hay intrusismo en el doblaje?
Sí que lo hay, no sé si más o menos que en otras, pero quizá en esta profesión se note más porque el trabajo se expone en grandes salas de cine y, de vez en cuando, ves que hay alguna película importante cuyo reparto de doblaje está encabezado por personas que no tienen nada que ver con el doblaje. Hay algunos que lo hacen bien, pero la mayoría de las veces no son resultados buenos. Si estas cosas pasan, será porque hay demanda de ello, pero supongo que, cuanto más cuidado esté un producto, más éxito tendrá luego, pero últimamente parece que a la gente le gusta ver una película por el mero hecho de que la voz sea la de fulanito.
Cogieron a Andrés Iniesta para el doblaje de ¡Piratas!, ¿por qué no me cogen a mí para tirar un penalti en la final del Mundial? O a alguien famoso, a Dani Martín por ejemplo, que hizo el doblaje de Jack Black en Escuela de rock. No lo entiendo. Tengo la sensación de que se burlan de la profesión y no le dan la seriedad que merece.
En Francia y en Alemania, los actores de doblaje cobran cinco veces más que en España, es llamativo…
Es llamativo, sobre todo cuando los clientes son los mismos. Es decir, Disney le paga cinco veces más a un actor de doblaje francés que a uno español. Hace unos meses estuvimos 18 días de huelga para reivindicar la firma de un nuevo convenio –el que tenemos es de 1993–, ya que, con la reforma laboral, podría ocurrir que nos quedásemos sin convenio y que la profesión se convirtiera en una selva en la que trabajara más quien estuviera dispuesto a cobrar menos. No habría reglas, ni horarios, ni fecha de cobro, nada. No pedíamos mejoras, sino firmar el mismo convenio del año 93.
La huelga del 93 acabó con una bajada en las tarifas de la profesión del 25 por ciento. Desde entonces, hemos seguido trabajando con esos precios y, durante un periodo muy largo de tiempo, ni siquiera se subía el IPC (Índice de Precios de Consumo). Es decir, desde 1993 hasta ahora, un actor de doblaje ha perdido más de un 60 por ciento de poder adquisitivo. La huelga del pasado marzo se levantó porque nos dieron la palabra de que se iba a firmar el convenio, con el compromiso de que, hasta que se firmase, íbamos a seguir funcionando con una prórroga del que teníamos. Todavía no sabemos cuándo se va a firmar.
¿Cómo se ha llegado a esta situación?
En España, la industria del doblaje se ha degradado mucho por muchas razones. La parte empresarial se ha olvidado de que somos artistas y ha pasado a considerar que esto es una fábrica de churros y que hay que producir, producir y producir, y que salga todo lo más rápido posible. En muchas ocasiones, el público tiene razón cuando dice que el doblaje ya no es lo que era, porque las prisas son muy malas consejeras y las cosas no quedan como deberían.
También has hecho trabajos como actor de imagen, pero ¿prefieres el doblaje?
Los rodajes son divertidos, pero lo que no me gusta de la imagen es la popularidad que te puede dar. Creo que la mayoría de los actores de doblaje estamos ahí porque hemos encontrado un sitio donde hacemos lo que nos gusta y donde no estamos expuestos.