Te defines como traductor autodidacta, ¿por qué?
Porque lo soy. Estudié Geografía e Historia, pero no terminé; me vine a Madrid, en parte por amor, y dejé colgada la carrera porque no la podía compatibilizar. Entonces había mucho trabajo de traducción, sobre todo de películas, porque era la época en la que empezaron las televisiones privadas, y me vi en la necesidad de formarme por mi cuenta: me colaba de oyente en clases de Filología Inglesa y de Filología Hispánica, me compraba libros…
Pero esa inquietud por los idiomas te vendría de pequeño, ¿no?
Sí, de hecho mi familia se preguntaba por qué no había estudiado algo como Periodismo o Traducción. Tuve la suerte de crecer en una casa donde había una habitación que albergaba una biblioteca. De hecho, cuando empecé a ir a casa de mis amigos preguntaba que dónde estaba la biblioteca y me miraban raro (risas), pero yo pensaba que era lo normal. He vivido rodeado de libros –eso se lo tengo que agradecer a mis padres– y aprendí inglés de la manera más extraña posible: mucha gente del pueblo de La Coruña donde veraneaba había emigrado a Estados Unidos en los 60 y sus hijos, que eran de mi edad, volvían al pueblo en vacaciones. Así que en mi pandilla había chicos estadounidenses y hablaba inglés con ellos. Además, siempre me ha encantado la comunicación, hablar, leer y escribir. Al final, la vida me ha llevado por ahí.
¿Y cómo conseguiste trabajo de traductor sin tener una formación oficial?
Ahora que ha pasado el tiempo ya lo puedo decir: básicamente, mintiendo (risas). Como dicen en inglés, fake it until you make it (fíngelo hasta lograrlo). Mi primer currículum era una sarta de mentiras, no lo voy a ocultar. No sabía qué hacer para que me cogieran, así que empecé a atacar por la parte comercial, eso que ahora llaman ‘emprendedurismo’, diciendo: “Yo te lo hago y, si no te gusta, me pagas la mitad o no me pagas”. Al mundo de la empresa esa oferta ya le parece un valor añadido. Además, siempre he estado muy al tanto de la tecnología y creo que eso me ayudó porque, cuando empecé, todavía había gente que entregaba traducciones de películas en papel, pero yo ya tenía ordenador. Con el tiempo, algunos clientes también me han confesado que el ímpetu con el que llegaba transmitía que me iba a dejar las pestañas por hacerlo bien. Esa fue la combinación ganadora.
¿Crees que la gente valora la labor de un traductor?
El buen traductor es el que pasa inadvertido. Si vas a ver una película subtitulada o doblada, el traductor ha hecho un buen trabajo cuando la gente no tiene nada que comentar al respecto. Pasar inadvertido es casi inherente a la profesión. A veces, somos un simple renglón en la primera página de un libro… Siempre digo que los traductores y los intérpretes somos agentes sociales: gracias a la traducción la gente es más culta –desde Steven Spielberg hasta Sócrates– y los pueblos se abren más. Es una labor muy callada, pero importantísima para el desarrollo.
Hay quienes dicen que tenerlo todo traducido es una de las causas del bajo nivel de inglés de los españoles…
El hecho de que no tengamos buen nivel de inglés es una lacra para nuestro desarrollo, pero la culpa es de la poca calidad formativa que hay en este país. Es demasiado simplista atribuir el problema al doblaje; influye, pero no es decisivo. Donde hay que aprender inglés es en el aula. Lo que falla es que las clases de inglés se dan en español y que nos da vergüenza hablar en otros idiomas y pronunciarlos bien.
Eres el creador y moderador de la mayor lista de traductores audiovisuales del mundo y has traducido al español las películas Matrix y Spiderman.
Sí, entre otras. Y también la serie americana The Office, documentales… Lo que más me gusta traducir son los documentales.
¿Por qué?
Porque aprendes muchas cosas. Algunos son un poco aburridos, pero en otros he descubierto cosas magníficas. Para poder traducirlos bien, te documentas y vas descubriendo por dónde se han movido los realizadores, y ese proceso te obliga a ser más culto. Después de traducir un documental no solo has aprendido aquello sobre lo que trata la cinta, sino que te has detenido en otros artículos y has ido más allá.
En las películas, ¿el mismo traductor es el que hace el guion para la versión doblada y el texto de los subtítulos?
No. Es más, algunas veces, llega a haber cuatro traductores porque a uno le encargan el doblaje, a otro los subtítulos para cine, a otro los subtítulos para televisión y a otro los subtítulos para el DVD. Eso es relativamente frecuente. Por ejemplo, hice los subtítulos de la primera de Matrix, pero no el doblaje, y en la segunda y la tercera hice las dos cosas. Lo lógico sería que lo hiciera el mismo, pero, a veces, el mercado no es muy coherente.
¿Es muy distinto traducir para el doblaje y para los subtítulos?
Para el doblaje tienes que tener en cuenta la longitud de las frases, aunque el ajuste en boca es un trabajo que no tiene por qué hacer el traductor; en muchas ocasiones lo hace el director de doblaje, pero tienes que ser coherente. Si estoy traduciendo y alguien dice “How do you do?” no pongo “¿qué tal te encuentras hoy?” porque ya sé que eso no cabe. Y en los subtítulos estamos muy limitados: tenemos cuatro segundos y doce palabras, y no da tiempo a poner todo lo que se dice en la versión original.

¿El doblaje que se hace en España es el que se ve en Latinoamérica?
En el ámbito del doblaje en español hay dos mundos: España y el resto. Lo que vemos en España, solo lo vemos aquí. Para toda Latinoamérica hay eso que llaman “español latino”, que es un español que no habla nadie. Algunos países, como México y Argentina, están empezando a hacer doblajes locales. El problema es que la profesión de traductor no está nada profesionalizada en México; aun siendo el país más importante de habla hispana, tiene muy pocas facultades de traducción. Cuando, de manera un poco hiperbólica, decimos que aquí traduce cualquiera, en México literalmente es así, aunque esto está cambiando.
¿Cómo afecta la piratería a los traductores audiovisuales?
Somos un país de todo gratis, muy permisivo con la piratería, pero creo que las televisiones llegan tarde a lo que está pasando: la gente no quiere ver la tele, quiere ver lo que le apetece cuando le apetece. Así que o espabilan, o la gente busca sus soluciones. Eso no quita que no deje de ser ilegal y que le demos menos importancia que atracar a una anciana por la calle, porque he recibido currículos de traductores que dicen que hacen subtítulos para webs piratas. Esto es como presentar un currículum para un banco y decir que, de vez en cuando, robas alguno. Pero creo que es un proceso natural que cambiará cuando aquí se extienda más el concepto de televisión a demanda que hay en Estados Unidos.
¿Dónde están los límites a la hora traducir una película y respetar el guion original?
Los límites los establece el traductor y la empresa que lo encarga, pero lo resumo con una frase: en una película no traduces palabras, sino emociones. Si el espectador original se parte el pecho de risa, tengo que lograr que el destinatario de la traducción también se lo parta. A veces, eso implica traicionar por completo lo que dice el guion porque, por ejemplo, puede estar haciendo una broma muy local sobre un suceso de actualidad en Estados Unidos totalmente desconocido aquí. El gran reto de la traducción de películas es cambiar esa broma por algo similar, pero sin que sea demasiado local para no sacar de una patada a los espectadores de esa irrealidad en la que estaban sumidos. Ese es el difícil límite: hay que buscar algo que produzca la misma risa o el mismo llanto, pero sin pasarse.

También eres especialista en lengua española…
La traducción tiene tres pilares: lengua de destino, lengua de destino y lengua de destino (risas). Puedes ser un superconocedor del inglés, pero a quien te debes es a quien te va a leer, así que si traduces al español lo que tienes que dominar realmente es la lengua española. Siempre me han gustado las clases de lengua, sacaba muy buenas notas, y luego, de nuevo, fui autodidacta: me compré los libros de texto, me puse a leer y estudié por mi cuenta.
¿Qué opinas de la Real Academia Española (RAE)?
Como cualquier persona que trabaje con la lengua, tengo mis idas y venidas con la RAE. Está bien que haya una institución que vele por el cuidado de la lengua, pero ha cambiado el paradigma. Durante muchos años, la zona de referencia del español era una región del centro de la península ibérica, pero, hoy en día, el español es americano y la norma ya se está dictando allí. Sin embargo, hay que tener en cuenta que las academias de la lengua en estos países no tienen casi medios y la RAE es la que corta más el bacalao, pero deberá tener un espíritu más panhispánico en los próximos años.
También hay academias privadas de la lengua, como las llamo yo, que mandan más que la RAE. Por ejemplo, Microsoft decide que los menús de sus programas ponga ‘edición’. Eso es una mala traducción del inglés, pero ha cambiado la forma de hablar de millones de hispanohablantes. Edit es un falso amigo que no significa editar, sino modificar. Ese menú se tendría que llamar ‘cambios’ o ‘modificaciones’.